02/16/2018
La depresión continúa siendo, a día de hoy, una enfermedad poco comprendida por el entorno; incluso hay personas que se muestran escépticas sobre su existencia. De allí que no sea infrecuente no saber cómo actuar ante una persona querida con este trastorno.
En mi experiencia, no sólo acuden a una consulta con un profesional de Salud Mental las personas afectadas por la dolencia concreta, sino también sus allegados; los primeros, como es lógico, piden ayuda para poner remedio a su sufrimiento, mientras que los segundos habitualmente buscan una guía para dirigirse a sus familiares afectados por una depresión de una manera efectiva. En ambos casos, tanto pacientes como familiares coinciden en que se sienten perdidos en medio de un mar de dudas, porque lo cierto es que se encuentran ante una situación en la que es difícil manejarse.
.
¿Cómo identificar que una persona querida puede estar sufriendo una depresión?
Probablemente lo que antes será detectado por el entorno que rodea a nuestro ser querido deprimido es que hay un cambio en su actitud habitual, que poco a poco se va tornando una persona distinta a como era: puede convertirse en alguien un tanto más huraño, más irritable, que contesta de mala gana, que empieza a eludir las actividades que siempre le habían gustado, que comienza a recluirse un poco más en casa y no sale ni se relaciona como antes…
.
¿Qué cosas puedo hacer para ayudarle?
Como es lógico, cuando notamos que alguien a quien queremos empieza a cambiar, deseamos saber qué es lo que ocurre; sin embargo, la persona afectada no siempre es capaz de poner un nombre a su situación. Y es que la depresión se va forjando tan lentamente, que es sobradamente posible que quien la padece no sea plenamente consciente de hasta qué punto su actitud ha cambiado.
Por eso es muy importante:
-
Estar disponible para escuchar lo que nuestro ser querido nos quiera comunicar; la escucha debe ser atenta y empática, intentando ser comprensivos.
-
Ofrecerle nuestro apoyo, hacerle saber y sentir que estamos cerca para lo que necesite.
-
Reforzar aquellas actitudes más ’normales’ y no depresivas: demostrarle nuestro agrado cuando realice alguna actividad con nosotros o tome alguna iniciativa, por ejemplo.
-
Facilitarle el acceso a un profesional de Salud Mental para iniciar un proceso terapéutico.
-
Desculpabilizarle. Casi siempre las personas con depresión tienen la sensación de que están preocupando a su entorno, lo que les lleva a pensar que sus seres queridos estarían mejor sin ellos. Y lo cierto es que una persona deprimida no ha pedido ni querido estar enferma. De allí la importancia de entender que el comportamiento de nuestro familiar está ocasionado por una enfermedad que afecta a su estado anímico y nubla su percepción de lo que ocurre (el pensamiento es siempre pesimista).
-
Ayudarle a ver que tiene una enfermedad, y que como tal le limita en su día a día, pero que también tiene tratamiento.
.
¿Debo evitar algún tipo de conducta?
Como decía inicialmente, no es raro encontrar personas que “no creen en la depresión” o que la consideran “de personas débiles”.
Desde luego, este es el peor mensaje que se le puede dar a alguien que ya padece un estado emocional persistentemente bajo y que se percibe a sí mismo como culpable de ocasionar malestar entre sus seres queridos.
Una persona deprimida lo que necesita y más desea es comprensión y apoyo. Por tanto, debe evitarse cualquier impulso de indicarle qué debe hacer y qué no, darle a entender que “se encuentra así porque quiere”, y -lo que es más importante- dejar ver nuestra frustración ante su estado.
Por tanto, será mejor:
-
Evitar frases que pueda interpretar como que le culpamos de encontrarse como se encuentra.
-
Hacerle pensar que está deprimido porque es débil o incapaz de gestionar su vida con normalidad.
-
Decirle lo que tiene que hacer.
-
Dejarle ver nuestro enfado o frustración.
-
Infravalorar el hecho de que se encuentra enfermo y que es necesario tomar medidas para recuperarse.
.
Recuerde: “Por muy larga que sea la tormenta, el sol siempre vuelve a brillar entre las nubes” (Khalil Gibran)