07/16/2018
Existen una serie de emociones que podríamos considerar como tóxicas, precisamente porque no aportan más de negatividad y pesadumbre a nuestro día a día, arrastrando consigo nuestras energías y nuestro estado de ánimo.
Lo más importante sobre las emociones tóxicas -aquellas que no nos ayudan a progresar y que empañan nuestra felicidad- es, precisamente, conocerlas y reconocerlas.
El vínculo afectivo
Como otras tantas especies, los seres humanos tenemos la capacidad de establecer vínculos emocionales con otras personas. De hecho, nuestra vida se basa y enriquece con la interacción con terceros y en el establecimiento de vínculos afectivos con la mayor parte de ellos.
Empezamos a establecer vínculos desde el mismo momento de nuestro nacimiento: el bebé es depositado en el pecho de la madre, donde rápidamente busca no solo su pecho para alimentarse, sino su calor y protección; su madre, instintivamente, pone todos los medios para satisfacer sus necesidades, proporcionándole tranquilidad a su hijo en un momento de incertidumbre y adaptación a un nuevo entorno.
Según cómo vamos relacionándonos con nuestras figuras de referencia afectiva en la infancia, las teorías actuales distinguen tres modelos de vínculo afectivo:
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El vínculo seguro: el bebe manifiesta por signos, que siente la marcha de su madre en el momento de la separación y la acoge calurosamente cuando la vuelve a encontrar pero no focaliza su atención sobre ella y vuelve a jugar.
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El vínculo inseguro (o ansioso)-esquivo: el bebe no da señales de sentimiento con respecto a la marcha de su madre y cuando la madre vuelve, el niño la evita. Focaliza su atención sobre lo que le rodea y esto de manera persistente. Se trata de un tipo de vínculo más bien desapegado, y quien lo experimenta será incapaz de establecer lazos con otras personas mostrándose fría, distante y hostil.
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El vínculo inseguro (o ansioso)-resistente: El niño está preocupado por la madre durante la situación extraña o de separación, no llega a calmarse cuando la madre vuelve, su atención está fija en ella. Este es el tipo de vinculación afectiva más frecuente en la dependencia emocional patológica: el vínculo que se establece con la pareja estaría desvirtuado por una excesiva necesidad de afecto, con el fin de compensar sus carencias afectivas. La persona que la experimenta establece relaciones interpersonales desadaptativas.
Así las cosas, a lo largo de nuestra existencia, nuestro bienestar de cierta forma se ve supeditado a las relaciones que tenemos con otras personas y los sentimientos que albergamos hacia ellas.
¿Qué es la dependencia emocional?
Estrictamente hablando, la dependencia emocional no es más que el vínculo afectivo estrecho que creamos con aquellas personas a las que más queremos y que forman parte de nuestro círculo próximo: nuestros padres, pareja, hijos, abuelos… Por tanto, la dependencia emocional no ha de ser forzosamente patológica, incluso es deseable para mantener una relación sólida y estrecha.
La dependencia emocional, en general, se fomenta mediante el refuerzo positivo (lo que resulta agradable para el otro, se me devolverá en forma de respuesta igualmente agradable). Pero como siempre, los extremos nunca son buenos: no crear vínculos afectivos ni depender en cierto grado de una persona no es positivo, así como tampoco lo es depender en exceso. Consideramos la dependencia emocional como patológica o tóxica cuando una de las partes de la relación necesita recibir constantes manifestaciones de afecto por parte de la otra, cuando se quiere al otro miembro de la pareja en exclusividad, sintiéndose celoso de otros familiares o hijos.
Aunque en su vertiente más patológica afecta por igual a hombres que a mujeres, puede resultar mucho más evidente en estas últimas si bien la dependencia emocional puede ser más severa en los hombres. Ello se debe a que, a diferencia de las mujeres, los hombres no suelen admitir (probablemente por motivos culturales) que se sientan atados emocionalmente a una persona así que lo sufren más; por el contrario, las mujeres -normalmente más expresivas emocionalmente- consiguen mejores vías de canalización de sus emociones, su dependencia resulta más evidente a su entorno, y por tanto son impulsadas a buscar ayuda antes.
En este artículo hablaremos de la dependencia emocional especialmente en el ámbito de las relaciones de pareja (si bien el término y lo que aquí se explica es perfectamente aplicable a cualquier otro tipo de relación o vínculo afectivo entre dos personas), y que como consecuencia dan lugar a relaciones tóxicas.
La dependencia emocional ¿es siempre patológica?
Como decíamos, la dependencia emocional en sí misma no solo no es patológica sino que es necesaria para establecer un vínculo estrecho y seguro con las personas a las que queremos, siempre que la necesidad de cariño y atención no resulte excesiva y problemática. Es entonces cuando sí resulta patológica y perjudicial, tóxica para quien la sufre y para quien la recibe.
En muchas ocasiones, la situación de dependencia en temporal. No obstante, lo más frecuente es observar que existe una tendencia constante en la vida de la persona dependiente a establecer relaciones de exagerada dependencia, de exacerbada necesidad de amor, demostración de afecto y vínculo, con incapacidad para pasar temporadas de su existencia sin una pareja a su lado.
¿Cómo son las personas emocionalmente dependientes?
Algunas características habituales que encontramos en las personas proclives a establecer relaciones de intensa dependencia emocional, son:
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Pobre autoestima: … Y las relaciones que establecen no son útiles de cara al fortalecimiento de esa autoestima ya de por sí lesionada.
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Tendencia a la desvaloración constante
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Sentimientos de culpa o inferioridad
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Tendencia a ejercer rol de sumisión que les puede llevar a ocupar un lugar de inferioridad en la relación entre él/ella y su objeto del deseo. En este sentido cabe destacar que, en algunas ocasiones, más que un rol de sumisión se puede llegar a adoptar un rol de dominancia, obligando al otro a permanecer a su lado mediante mecanismos más bien coercitivos o manipuladores, si bien esto es menos frecuente.
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Se autoanulan, sus gustos y deseos se abandonan para dar prioridad a los de su objeto del deseo, aunque le resulte incómodos, desagradables o poco satisfactorios. Lo principal es que la pareja se encuentre a gusto. Es fundamental agradarle a la persona querida
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Intenso miedo a la soledad (y pánico a la ruptura de pareja): con tan solo imaginar un escenario en el que la relación pueda llegar a su fin, la persona dependiente ya experimenta una intensa sensación de ansiedad, y es que no es capaz de imaginar su vida sin esa persona, así que intentará hacer todo lo que esté de su mano para preservar ese vínculo, así tenga que asumir un rol de cada vez mayor sumisión.
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Necesidad excesiva de afecto y seguridad, que habitualmente encuentran (o creen encontrar) en su pareja.
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Priorizan a la persona de la que dependen emocionalmente por encima de cualquier otro ser querido, dedicándole cada vez más tiempo y dejando de lado a otras personas que también son importantes para él/ella, hasta el punto de que su vida se centra en exclusiva en ese afecto mientras que social y familiarmente se va aislando. Y es que para el dependiente, el escenario ideal es aquel en el que comparte todo el día y todos los días con su pareja, teniendo pleno acceso a ella en todo momento, sin comprender que esta actitud acaparadora (llamadas constantes, correos, mensajes, exigencias, etc.) produce agobio e incomodidad en el otro, quien se ve absorbido paulatinamente, situación que a la larga produce roces y discusiones.
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Deseos de exclusividad en cuanto a que el dependiente espera que su conducta acaparadora, exageradamente demandante de atención y de afecto, sea respondida por la otra parte con total reciprocidad.
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Habilidades sociales deficitarias, con escasa asertividad; al centrar su mundo (y por tanto su conversación) en su objeto del deseo, sus posibilidades de interaccionar socialmente con otras personas se ve mermada.
En general se trata de personas que necesitan saber constantemente que su pareja les ama por un miedo intenso a no ser apreciado; buscan continuamente una pareja a la que normalmente eligen de manera precipitada.
¿Por qué las personas emocionalmente dependientes se enfrascan en relaciones tóxicas?
Los emocionalmente dependientes tienen un pánico tremendo a la soledad, motivo por el que -de entrada- establecen relaciones sentimentales de manera muy precipitada: una relación de pareja les proporciona una fuente de seguridad y afecto que, de otro modo, creen que no podrían conseguir ni mantener, ya que se trata de personas inseguras y que temen las separaciones (es decir, experimentan un tipo de apego inseguro), necesitando continuamente confirmar que son queridos y aceptados.
Es llamativo, además, que muchas personas emocionalmente dependientes establecer relaciones con personas de carácter dominante, egoístas y/o narcisista, posesivas, autoritarias o déspotas. Características que abocan a situaciones de descrédito, disparidad entre los miembros de la pareja o incluso maltrato o menosprecio físico o psicológico, que el dependiente -que admite la existencia de este maltrato- justifica gracias a sus perennes sentimientos de culpa y a la idealización de su ser querido, y en un intento por cesar esa conducta de su par, no duda en mostrarse más tierno y sumiso, deshacerse en atenciones y gestos, en atender todas sus necesidades y más, siempre con el fin de conseguir su aprobación y amor.
Porque ¿cómo se forjan este tipo de relaciones de dependencia emocional?
Las relaciones en las que existe una dependencia emocional patológica se caracterizan por ser inestables y destructivas; una parte de la pareja ve a la otra como su todo, como alguien superior o magnánimo, alguien a quien se debe someterse (en menor parte de los casos, como a alguien a quien ha de someterse). Y aunque la relación sea una intensa fuente de sufrimiento para la parte más débil - la personalidad dependiente -, esta es incapaz de poner fin a esa situación.
Por norma general, la raíz del problema está en la baja autoestima de la persona dependiente y que le hace verse como una persona inferior y poco valiosa, todo lo cual le convierte en un blanco fácil para personalidades más dominantes. Por tanto, todo menosprecio que puedan recibir, está sobradamente justificado a ojos de la propia persona dependiente. Se corre el riesgo de entrar en un bucle de maltrato-sumisión cada vez peor: la subordinación del dependiente tiende a aumentar, así como la dominancia de su par.
Evidentemente, quienes están alrededor de quien experimenta la dependencia emocional intentarán advertirle de la conducta cada vez más sumisa y de la detección de abusos cada vez más ostensibles. Pero el dependiente no hará nada para solventar la situación de dominancia-sumisión, salvo - quizás - romper los lazos que le unen a sus familiares y amigos, de los que ya se había ido alejando pues no comparten su convicción de que su pareja es superior y ha de ser reconocido como tal.
Y es que, aunque la relación se convierta en insoportable, el dependiente no es capaz de permanecer mucho tiempo alejado de su pareja, no soporta la perspectiva de alejarse de esa persona que le aporta (o eso cree) seguridad. Por lo que aunque se produzca una ruptura, el dependiente intentará retomar la relación a toda costa, aún a pesar de que ello genere aún más rechazo de la otra parte y, consecuentemente, mayor maltrato y menosprecio.
Enfermedades como la ansiedad y la depresión son tremendamente frecuentes en quienes sufren dependencia emocional; y estos cuadros clínicos se producen no solo por el devenir de la relación sentimental sino por las propias características de la personalidad del individuo dependiente
¿Qué puedo hacer para romper con esa dependencia emocional?
Hay que tener en cuenta que cuando una persona emocionalmente dependiente solicita ayuda emocional, no suele hacerlo porque sea claramente consciente de que sufre problemas a la hora de vincularse afectivamente a otras personas, sino más bien porque experimenta síntomas molestos y/o incapacitantes o cuadros clínicos formales, como pueden ser la ansiedad o la depresión. Las valoraciones profesionales que se llevan a cabo durante todas las consultas con el paciente son las que van revelando los problemas de dependencia emocional, lo que justifica el hecho de que sean situaciones que tardan en detectarse y en empezar a abordarse.
Las relaciones tóxicas que la persona dependiente esté estableciendo con sus seres queridos o con su entorno provoca un malestar de intensidad variable, puede requerir (con independencia de la terapia encaminada a corregir el funcionamiento del individuo en el establecimiento de lazos afectivos) un abordaje psicoterapéutico o incluso psicofarmacológico. Y como siempre digo, el tratamiento médico, mucho más en situaciones como estas, puede ayudar a paliar o aliviar molestias determinadas que incapacitan al individuo y enlentecen la evolución de las terapias, pero no curarán el problema de base.
Así pues, hablamos de que corregir un funcionamiento tan arraigado en nuestro ser es un proceso (fundamentalmente de intervención psicológica) de largo recorrido, pero que merece la pena realizar si con ello conseguimos relacionarnos con pares de forma más saludable y sintiéndonos a gusto especialmente con nosotros mismos.