03/29/2020
El 30 de marzo se conmemora el Día Mundial del Trastorno Bipolar, patología mental con importantes repercusiones en la vida de quien la padece, de sus familiares y allegados y de la sociedad.
Es un buen momento para hacer un pequeño repaso sobre esta enfermedad y así conocer algunos aspectos importantes sobre la misma, que seguramente nos ayudarán a comprender mejor a quienes la padecen y nos capacitará para identificar los síntomas de una descompensación y prestar ayuda precoz.
Según la Organización Mundial de la Salud, el Trastorno Bipolar Trastorno afectivo bipolar afecta a alrededor de 60 millones de personas en todo el mundo. Se suele caracterizar por la alternancia de episodios maníacos y depresivos separados por periodos de estado de ánimo normal. Durante los episodios de manía, el paciente presenta un estado de ánimo exaltado o irritable, hiperactividad, verborrea, autoestima elevada y una disminución de la necesidad de dormir. Las personas que presentan solamente episodios maníacos y no sufren fases depresivas también se clasifican dentro del diagnóstico de trastorno bipolar.
Se dispone de medicamentos que estabilizan el estado de ánimo con los que atajar eficazmente las fases agudas del trastorno bipolar y prevenir las recidivas. Además, el apoyo psicosocial es un elemento esencial del tratamiento.
¿En qué consiste el Trastorno Bipolar, concretamente?
Coloquialmente el término bipolar es empleado para describir a las personas que tienden a cambiar de opinión o de conducta de manera radical en poco tiempo. Es importante tener claro que, aunque ese sea el significado que a nivel popular se le da al término bipolaridad, el Trastorno Bipolar NO es eso.
El Trastorno Bipolar es una patología caracterizada por la presencia de episodios de reiteradas fluctuaciones del estado de ánimo, en los que el enfermo puede oscilar entre un estado de ánimo exaltado con un incremento de la vitalidad y del nivel de actividad (episodios hipomaníaco o maníaco), un estado de ánimo bajo con descenso de vitalidad y actividad (episodio depresivo), o una mezcla de ambos (episodio mixto); habitualmente se produce una recuperación completa de cada episodio aislado, si bien la recuperación de un episodio maníaco puede conducir a otro depresivo, y así cíclicamente. Los episodios en sí mismos no necesariamente son intensos ni suponen un ingreso en una unidad de psiquiatría; por el contrario, el número de recaída de menor intensidad que no comportarían hospitalización probablemente son mayores.
Una persona sana también puede tener ciertas fluctuaciones en su estado de ánimo, pero dichas oscilaciones se producen dentro de un «rango de normalidad» pero no alcanzan una intensidad ni duración patológica («rango de normalidad» en la imagen), sin comportar una afectación en el funcionamiento personal. Por el contrario, una persona que padece un Trastorno Bipolar sufre unas oscilaciones muy profundas e intensas, que exceden por mucho el rango de fluctua, con una sintomatología muy marcada que puede alterar severamente su funcionamiento social, familiar y laboral.
El primer episodio puede tener lugar en cualquier momento de la vida, desde la infancia hasta edades avanzadas, si bien lo más habitual es se sitúe alrededor de los 20 años de edad.
Manía:
Los episodios maníacos representan uno de los polos más extremos del trastorno bipolar, y se caracteriza por un estado de ánimo exageradamente elevado en el que destacan optimismo anormal, nerviosismo o tensión; aumento de actividad, energía o agitación; sensación exagerada de bienestar y confianza en sí mismo (euforia); menor necesidad de dormir (llegando incluso a encadenar días enteros sin dormir); locuacidad inusual y frenesí de ideas, llegando as er imposible seguir su discurso pues pierden la capacidad de desarrollar las ideas sino que saltan de idea en idea sin conseguir mantener un hiloc onductor; distracción; tomar malas decisiones, como hacer compras compulsivas, tener prácticas sexuales riesgosas o hacer inversiones absurdas, todas ellas situaciones que les colocan en situaciones peligrosas.
Los episodios maníacos suelen aparecer bruscamente y tener una duración mediana de cuatro meses. Algo muy característico de estos cuadros es que quien lo está experimentando no es consciente de que su estado mental es patológico, sino que por el contrario tiene la sensación de estar estupendamente bien – quizás ncluso verbalice no haber estado nunca mejor –, que está en un momento de su vida especialmente productivo, capaz de hacer grandes cosas, con la mente plagada de proyectos maravillosos (que por lo general no es capaz ni tan siquiera de iniciar por el propio estado de hiperaceleración mental)… Y como es lógico, una persona que se siente tan bien, ni cree que le haga falta recibir ayuda por parte de Salud Mental.
Existe una forma atenuada de manía denominada fase hipomaníaca, en la que le ánimo exultante también resulta llamativo, si bien el conjunto de síntomas en general resultan un poco más leves en comparación a una fase maníaca propiamente dicha, y el individuo incluso puede mantener cierto grado de funcionalidad social y laboral, pero se nota que su nivel de felicidad y bienestar es muy superior al habitual en su propios estado de estabilidad mental.
La presencia de un episodio maníaco o hipomaníaco es lo que conduce al diagnóstico de Trastorno Bipolar. En ausencia de al menos un episodio de estas características no es posible diagnosticar un Trastorno Bipolar.
Depresión mayor:
Representa el otro polo extremo de la enfermedad, y no es más que un cuadro depresivo tal como lo hemos descrito en publicaciones anteriores, sin que su aparición pueda explicarse por ninguna causa concreta más que por la propia evolución del trastorno. La intensidad de los síntomas, eso sí, suele ser mayor que en otro tipo de depresiones, y la evolución también tiende a ser maś rápida.
Fundamentalmente los síntomas de esta fase son el propio estado anímico depresivo, como sentirse triste, vacío, desesperanzado o tener ganas de llorar (en niños y adolescentes, el estado anímico depresivo puede manifestarse como irritabilidad); marcada pérdida del interés o de la capacidad para sentir placer en todas —o en casi todas— las actividades; adelgazamiento importante sin hacer dieta, aumento de peso, o disminución o aumento del apetito (en niños, la imposibilidad para aumentar de peso según lo esperado puede ser un signo de depresión); insomnio o dormir demasiado; agitación o comportamiento más lento; fatiga o pérdida de la energía; sentimientos de inutilidad, o culpa excesiva o inadecuada; disminución de la capacidad para pensar o para concentrarse, o indecisión; pensar en el suicidio, planificarlo o intentarlo
En el caso de la depresión, la persona afectada sí suele pedir o aceptar ayuda, pues existe una gran percepción de malestar e incapacidad. Por otro lado, no es infrecuente que quien sufre esta patología tienda a describir una historia de múltiples episodios depresivos que pueden dar lugar al diagnóstico erróneo de «Trastorno depresivo recurrente» – y decimos que el diagnóstico es erróneo, porque el individuo no describe cuadros maníamos o hipomaníacos y probablemente el profesional tampoco ha evidenciado síntomas sugestivos de un ánimo anormalmente elevado. los episodios depresivos tienden a durar un poco más de tiempo, una mediana de seis meses.
¿Existe tratamiento para este trastorno?
Sí, existe tratamiento para esta patología.
No es un tratamiento sencillo en cuanto a que requiere un seguimiento estrecho del paciente y numerosos ajustes farmacológicos en función de la fase de la enfermedad en la que se encuentre.
El tratamiento fundamentalmente se realiza con medicación antidepresiva (en síntomas depresivos) y neurolépticos (en síntomas maníacos), siempre con una medicación estabilizadora del estado de ánimo como base fundamental. El estabilizador de ánimo busca reducir las fluctuaciones anímicas y acercarlas al rango de la normalidad; lo ideal es mantener la estabilidad exclusivamente con un estabilizador.
En cuanto a la duración del tratamiento, hablamos de una medicación que habrá de mantenerse durante una larga temporada (un período no inferior a cinco años) siempre que las oscilaciones anímicas no sean demasiado frecuentes. Como es lógico, cuantas más fluctuaciobnes anímicas (y peor pronóstico), más tiempo será necesario mantener la medicación.
¿Qué limitaciones puede acarrear el Trastorno Bipolar a quien lo sufre?
Las limitaciones que el Trastorno Bipolar suponen para una persona, cuando se encuentra en una fase activa (bien sea depresiva, bien sea maníaca) de su enfermedad son evidentes para todos, aunque no siempre lo son para el paciente.
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En una fase depresiva, el paciente bipolar tenderá a estar apático, apagado, desanimado, desmotivado, desilusionado… actos cotidianos tan sencillos como levantarse de la cama y asearse son un auténtico mundo. En estos momentos, pues, es la normal que el sujeto se sienta (y realmente se encuentre) totalmente incapacitado para desarrollar ningún tipo de actividad social, laboral, familiar, etc. Y en estos casos, tanto el individuo como su entorno son conscientes de las dificultades por las que atraviesa.
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Por el contrario, en una fase maníaca o hipomaníaca el paciente sobrevalorará sus capacidades y sentirá, de hecho, que no tiene ninguna limitación personal, familiar, social, etc. No es consciente de la intensa velocidad a la que transcurren sus pensamientos, o que no es capaz de terminar aquello que empieza. Y no es sólo que no se de cuenta de que su estado mental esté deterioriado, sino que incluso asume situaciones de muy alto riesgo: inversiones descabelladas o compras desproporcionadas que le pueden llevar – sin exagerar– a asumir elevadas deudas, establecer relaciones de riesgo en las que puede incluso contraer enfermedades, mantener conductas inapropiadas por las que puede sufrir accidentes graves, y así un largo etcétera.
Sin embargo, estas limitaciones sólo aparecen en los períodos activos de la patología; en los momentos asintomáticos, siempre que el paciente no sufra un deterioro de sus funciones como consecuencia de muchas fluctuaciones afectivas consecutivas, el funcionamiento del individuio es enteramente normal. De allí la gran importancia de mantener al sujeto asintomático.
¿Qué pronóstico tiene el Trastorno Bipolar?
El pronóstico de la enfermedad depende de diversos factores biológicos, clínicos y psicosociales. Un tratamiento adecuado (mejor cuanto antes se instaure) acompañado de un buen cumplimiento terapéutico y unos hábitos sanos y regulares contribuyen positivamente a la evolución de la enfermedad, si bien no erradican la probabilidad de recaías.
A medida que el enfermo pasa más tiempo sin recaídas, las probabilidades de mantener su estado de ánimo dentro de un rango normal es mayor. En la mayor parte de los pacientes, tras la hospitalización se produce recuperación del episodio maníaco/hipomaníaco o depresivo, sin embargo, muchos estudios prospectivos señalan que la sintomatología, más especialmente la depresiva, está presente a lo largo del 50% del tiempo. Asimismo existe una evidencia cada vez mayor de que, especialmente aquellos pacientes bipolares con un curso más grave de enfermedad, presentan disfunciones cognitivas incluso en períodos de eutimia, y que éstas contribuirían a un mayor deterioro psicosocial.