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Nuestra conducta durante el aislamiento: la ansiedad

04/20/2020

Hace unos días comentaba en un vídeo en mis redes sociales sobre el aumento de ansiedad que estoy detectando desde hace un par de semanas en mis pacientes y personas sin trastornos nerviosos de ninguna índole y los motivos por los que esto está ocurriendo, si a priori nada ha cambiado en el último mes e incluso las cifras de contagios parecen estar mejorado. Paradójico ¿no crees?.


Mujer teletrabando

Como muchos ya saben, realizo el esfuerzo de mantenerme en contacto con mis pacientes durante el confinamiento, porque soy consciente de que esta situación de duración indeterminada puede suponer un empeoramiento del estado previo, o la aparición de trastornos en personas que anteriormente no estaban enfermas.

Me llama mucho la atención que en la última semana tanto pacientes como amigos y familiares me cuentan que se notan mucho más angustiados y alterados desde hace una o dos semanas; esto, como todo, tiene su explicación - que no es necesariamente sencilla pues intervienen muchos factores.

¿Qué puede estar detrás de nuestro reciente aumento de la ansiedad?

1. El cambio de estación del año.

En una publicación anterior ya hablaba de los cambios en el estado de ánimo cuando tienen lugar los cambios de horario y llegan la primavera y/o el otoño. Es cierto que algunas personas, con independencia de que sufran o no de un cuadro depresivo o de un trastorno de ansiedad, notan que estas estaciones del año les afectan y se sienten más nerviosos o bajos de ánimo o energía; las personas que ya sufrían esos trastorno pueden sufrir un empeoramiento de sus síntomas.

El confinamiento, precisamente, coincidió con ese cambio de estación. Y como resultado del confinamiento, las «válvulas de escape» que en otro momento nos ayudarían a encontrarnos mejor (salir a pasear, el ejercicio, compañía de amistades y familia) ahora son inviables.

2. Nuestras expectativas sobre el confinamiento.

Todos nosotros, cuando recibimos la noticia de que tendríamos que quedarnos confinados en casa durante dos semanas, seguramente nos lo tomamos con cierta calma al pensar en todas las cosas que desde hacía mucho tiempo teníamos pendientes (aquellos cristales por limpiar, aquellos libros por leer, aquel documento que redactar, ese trabajo que voy a terminar, esas oposiciones que me voy a preparar…). Incluso vimos cómo algunas personas interpretaban el confinamiento como unas vacaciones. Y es que, desde luego, lo que se nos otorgaba era la posibilidad de disponer de un poco más de tiempo.

Y probablemente fueron pocas las personas que cayeron en la cuenta, desde un inicio, de que la cuarentena realmente no iba a suponer un aumento del tiempo libre ni a priori iba a suponer una oportunidad para quitarnos de encima las cosas pendientes. Precisamente con la cuarentena ha ocurrido todo lo contrario a lo que se esperaba, y aquí te cito algunos ejemplos:

  • El teletrabajo no ha supuesto mayor tiempo libre, sino más bien todo lo contrario. La mayoría de las empresas -públicas y privadas- no estaban preparadas para el teletrabajo, y ha sido necesario realizar un sobre esfuerzo en ese sentido para implementar los mecanismos que posibiliten a los empleados poder prestar sus servicios desde casa, reduciendo al mínimo el desplazamiento a sus empresas. Esto, como es lógico, ha supuesto tiempo y probablemente para muchas personas ha sido un proceso caótico.

  • La combinación del teletrabajo y la conciliación familiar puede ser absolutamente imposible; bien porque los hijos son muy pequeños y requieren una supervisión estrecha, bien porque están en una edad escolar en la que hay que guiarles y acompañarles y hay que servir de apoyo académico, especialmente si son más pequeños o poco autónomos.

  • En en la familia teletrabajan dos personas y hay niños pequeños, se acaban estableciendo turnos de trabajo para distribuir las tareas de la casa y del cuidado de la familia. Pero eso también supone que el tiempo de trabajo se extiende mucho más allá del hipotético horario laboral. Y esto a su vez supone que apenas hay tiempo para descansar.

Así, pasamos de una escenario imaginario (el ideal) en el que íbamos a tener tiempo “para aburrirnos”, a otro (el real) en el que a veces hay que hacer esfuerzos por tener tiempo libre y encontrar alguna válvula de escape que nos sirva para distraernos de nuestras obligaciones básicas.

Niños estudiando en casa
3. Los datos e informaciones contradictorias.

En todas las publicaciones que he realizado en este último mes he repetido hasta el cansancio lo importante que es limitar la información que recibimos, no estar tan pendientes de todos los datos que se publican sin cesar, de hacer caso omiso de las cadenas, notas de audio, etc., que se transmiten indiscriminadamente por las redes sociales.

Estoy segura de que, por pura salud mental, ya has tomado esas medidas y ahora tu fuente de información quizás sea básicamente el noticiario de la tarde-noche y alguna que otra fuente oficial, como el Ministerio de Sanidad, simplemente para saber si hay algún cambio sustancial de las medidas que se están tomando y que pueda afectarte.

Pero en paralelo a las noticias sobre el coronavirus y los cambios de criterios en la contabilización de los casos, están aquellas otras relacionadas con la gestión de la crisis, la compra de material sanitario, los cónclaves políticos…

El problema aparece cuando la información que diariamente recibimos, incluso a través de fuentes oficiales, parece ser cambiante y desde luego es contradictoria: no ayuda en lo absoluto que un día el Ministro tal diga que se prolongará el estado de alarma, y que a la media hora el Ministro cual diga que la desescalada se inicia el 13 de abril. De esta manera, la población no acabamos de tener claro qué es la desescalada. No ayuda en lo absoluto que durante tres semanas, en los servicios de salud, se recomiende al personal dejar las mascarillas sólo para los pacientes pues no parece de utilidad que el personal también porte mascarillas, y que repentinamente sí sea “recomendable” que el personal sanitario utilice mascarillas en su jornada laboral.

En su conjunto, estas constantes contradicciones no hacen más que generar recelo y desconfianza entre la población, que acaba sintiéndose sola e indefensa ante algo desconocido y altamente amenazante.

4. La luz al final del túnel: esa luz que parece que parpadea.

Y de la mano con las constantes informaciones contradictorias, están las idas y vueltas sobre el endurecimiento de las medidas de aislamiento y las especulaciones sobre la desescalada. Y mientras eso ocurre en España, asistimos a cómo algunos países vecinos con mejores datos que los nuestros prolongan sus propios estado de alarma, otros ya empiezan la desescalada, y en Estado Unidos se hace un llamado a una progresiva vuelta a la normalidad con una curva que no deja de ascender peligrosa y amenazadoramente.

Tantas diferencias en el manejo de una misma pandemia, los resultados tan dispares y las medidas tan distintas adoptadas en diferentes puntos de la geografía global, conduce a muchas dudas sobre lo acertado o no de nuestro sacrificio y de si este tiene o no sentido.

5. El factor económico.

Es indudable que el coronavirus ha supuesto un giro de 180 grados en nuestras vidas y en nuestra estabilidad.

El factor económico es un estresor muy importante en estos momentos pues muchas personas no tienen claro en qué situación quedarán cuando haya pasado al menos la parte más cruda de la pandemia. Aún tenemos muy reciente en nuestra memoria la crisis del 2008.

Muchas familias se enfrentan al temor de no poder hacer frente a sus hipotecas o préstamos, de no llegar a final de mes, de no poder pagar las facturas de los gastos básicos, de no poder beneficiarse de los subsidios y ayudas por los largos plazos de espera o la ingente documentación que es necesario presentar, de no poder hacer frente a los gastos de sus empresas que no les están suponiendo más que pérdidas y verse abocados a echar el cierre.

La incertidumbre sobre si podremos mantener nuestros puestos de trabajo o cuánto tiempo de pérdidas podremos soportar, es una gran fuente de ansiedad, especialmente porque se trata de un factor que no depende enteramente de nosotros. Y la obligación de reinventarnos a marcha forzada para impulsar nuestros negocios hacia otros horizontes puede llegar a ser otro dolor de cabeza más.

¿Qué conclusiones podemos entresacar?

Después de muchas conversaciones con mis propios pacientes y personas allegadas que me han transmitido su malestar por algunos de los motivos que he expuesto más arriba, he caído en la cuenta de que estamos intentando manejar una situación excepcional con las herramientas de gestión de las que disponemos y que son las mismas que utilizábamos - quizás a veces infructuosamente - para gestionar otros problemas de mucha menos envergadura.

En general, estamos haciendo denodados esfuerzos por ser trabajadores 10, padres 10, profesores 10, amigos 10, amos de casa 10… Exigiéndonos el mismo nivel de excelencia que intentábamos alcanzar antes de la pandemia. La diferencia es que mientras en aquel entonces nuestro tiempo estaba estructurado y compartimentado, ahora tenemos que cumplir con todas nuestras obligaciones a la vez. Y esto es imposible, tengo que renunciar a algo: o bien no puedo encargarme del mismo volumen de actividades, o bien no puedo hacerlas todas igual de bien que antes. Eso es, o bien trabajo, cocino y dedico tiempo a mis hijos aunque el polvo me coma, o bien trabajo menos, como bocadillos, superviso superficialmente a mis hijos y limpio la casa. Lo que está claro es que ¡nos toca aprender a ser más flexibles con nosotros mismos!.

Bien es cierto que no todo el mundo tiene un vida laboral y familiar ajetreada. Al fin y al cabo, la casuística es muy variada. Y podrás pensar que una persona soltera, que viva sola y tenga su trabajo estable, podrá mantener un ritmo de vida más o menos similar al habitual y podrá cumplir con todas sus expectativas, «esas personas no se agobian como yo», podrás pensar. Pues bien, eso tampoco es cierto del todo: estas personas también dedican un gran esfuerzo por mantenerse activas y posiblemente lo logren más que otras personas con más obligaciones domésticas, pero eso no les hace inmunes a la ansiedad y a vivir de manera angustiosa el confinamiento porque no son inmunes a los cambios en las informaciones, a la variación de horarios, a la ansiedad de sus propios amigos, a la suspensión de sus vías de escape habituales, etc.

Para todos, con indiferencia de nuestras circunstancias personales, uno de los principales problemas a los que nos enfrentamos en estos momentos es que estamos en un escenario de total incertidumbre, muy distinto a lo que conocemos y muy distante de nuestra «zona de confort». Añoramos lo que conocíamos y tenemos la amarga sensación de que las cosas quizás no vuelvan a ser como lo eran antes al menos durante una temporada. Esto por sí solo ya es desconcertante.

Al inicio del confinamiento la sensación que predominaba entre todos nosotros probablemente era la incredulidad e irrealidad. Pasado un mes, los sentimientos que afloran en nosotros son más, más complejo y, por tanto, más difíciles de manejar. De cierta forma estamos asumiendo la pérdida de nuestro día a día tal y nuestra zona de confort tal y como los conocemos, e intentamos adaptarnos a una nueva realidad – que queremos pensar será temporal – que se nos presenta incierta. Estamos atravesando por un proceso de duelo muy particular.