08/31/2022
Muchas veces cuando hablamos de estrés o de ansiedad, tendemos a equiparar ambos términos sin tener muy claro si significan lo mismo, o no. Por eso, especialmente cuando nos encontramos mal, debemos preguntarnos ¿lo que tengo es ansiedad o únicamente estrés? ¿qué es peor?.
La vida es una sucesión de acontecimientos cuya aparición o intensidad normalmente no somos capaces de regular.
Todos hemos experimentado momentos en nuestras vidas en los que todo lo que nos ocurre es positivo, nos genera bienestar, sensación de paz, felicidad y tranquilidad. Por contra, también hemos atravesado épocas o rachas en las que todo lo que nos ocurre representan piedras para una cada vez más cargada mochila. “Éramos pocos y parió la abuela”, que solemos decir.
En esas rachas en las que sufrimos la acumulación de situaciones que nos sobrecargan y nos desbordan, es cuando aparece la sensación de estrés; ésta n es más que el proceso que se pone en marcha cuando percibimos que lo que nos ocurre de cierta forma nos amenaza o nos desborda, que nuestros recursos para afrontar las situaciones difíciles se nos quedan cortas y que por ende, nuestros problemas se acumulan.
¿Cuándo aparece el estrés?
El estrés aparece especialmente cuando nos vemos en medio de algún cambio que nos exige un sobreesfuerzo de adaptación, por lo que de forma consciente o incluso inconsciente podríamos estar entendiendo que nuestro bienestar se ve amenazado o afectado.
El estrés ¿es siempre malo?
En los últimos tiempos hemos estado asistiendo a la patologización del estrés, acostumbrándonos a verlo como algo siempre negativo o pernicioso.
Lo cierto es que, desde que el mundo es mundo, las personas hemos estado sometidas al estrés. Ante todo cambio, hemos tenido que vernos en la obligación de adaptarnos, proceso que no siempre es fácil y que nos exige poner en práctica determinadas herramientas y recursos personales.
Por tanto, el estrés no tiene por qué ser negativo ni mucho menos malo, no siempre tiene que tener una connotación negativa ni mucho menos considerarse como patológico. Por el contrario, representa una oportunidad de superación personal, ayudando al fortalecimiento de nuestra autoestima.
¿Cuándo el estrés se vuelve patológico?
Está claro que todos los extremos son malos: no es positivo ni carecer de estrés -algunas personas incluso lo necesitan para funcionar de manera más práctica en el día a día- pero el exceso tampoco es bueno.
Por sí mismo, el estrés no es una enfermedad; no obstante, sí puede ser el origen de un cuadro clínico con nombres y apellidos. El estrés puede producir síntomas de ansiedad e incluso depresión cuando son muchas las circunstancias que hay que manejar y a las que hay que adaptarse.
Como suelo explicar en consulta: “si yo tengo un determinado problema y desarrollo un mecanismo determinado para solucionarlo y que resulta efectivo, entonces aprenderé que mi forma de resolver las adversidades funciona adecuadamente; y cuantos más problemas resuelvo mediante el mismo mecanismo, más me reafirmo en mi idea de que soluciono mis dificultades de manera correcta. El problema aparece cuando o bien el problema supera a mi capacidad de resolución, o bien se me acumulan las situaciones adversas y me cuesta manejarlas todas”
Con este ejemplo lo que pretendo ilustrar a mis pacientes es que precisamente la acumulación de situaciones, por muy banales que sea, pueden hacerme sentir sobrepasada y cada vez más saturada; tener que intentar resolver varios asuntos a la vez en ocasiones nos hace perder la perspectiva y es cuando aparece la ansiedad, la terrible sensación de dificultad para respirar, las preocupaciones incesantes sobre todo aquello que necesotamos solventar y que se nos está atragantando, los problemas para dormir…
¿Y qué podemos hacer cuando empezamos a vernos sobrepasados por el estrés?
Si empezamos a notar que el estrés empieza a pasarnos factura físicamente, existen ciertas medidas que será obligatorio aplicar, y que no tienen que tener relación con ninguna clase de abordaje terapéutico:
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Práctica regular de deporte: además de ayudarnos a descansar, el ejercicio físico sirve como un mecanismo para liberar la mente de las preocupaciones.
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Favorecer el descanso: intentar mantener la regularidad del sueño, no pasar más tiempo del necesario dedicados a la resolución de los problemas que supone el cambio vital.
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Dedicarnos tiempo a nosotros mismos: dedicar un poco de tiempo a llevar a cabo nuestros hobbies habituales, a ver a nuestros amigos, a jugar con nuestros hijos, pasar tiempo de calidad con nuestras parejas… Todo esto resulta de utilidad cuando deseamos sacar de nuestras cabezas las preocupaciones y tener la sensación de disfrutar de lo que nos rodea. Pase lo que pase, ¡no te pierdas de vista a tí mismo!.
Si a pesar de tomar estas medidas tan básicas, las molestias físicas continúan presentes e incluso van en aumento, puedes consultar a un psicólogo o a un psiquiatra en busca de consejos. No lo dudes, estamos para ayudarte.