03/29/2019
El cambio de hora que tiene lugar en primavera y en otoño no es inocuo para la salud física ni mental. Todos advertimos, cuando se producen estos cambios, que nuestro organismo se resiente de múltiples maneras mientras consigue adaptarse a la nueva situación de luminosidad. Pero ¿cómo nos afecta el cambio de horario?.
Estos días hemos sido “víctimas” de un nuevo cambio de horario que ha restado una hora en el reloj con el fin de disfrutar de más horas de luz y días más largos.
Sin embargo, es muy frecuente que este a priori pequeño cambio afecte tremendamente en nuestra salud física y mental porque produce no ssolo una modificación del tiempo que estamos expuestos a la luz solar, sino también una modificación en la temperatura durante el día.
El fin de los cambios de hora es un tema de actualidad desde que el Parlamento Europeo ha planteado ponerles fin en aras de proteger a la población, ya que son varios los estudios recientes que informan sobre sus efectos negativos en la percepción de bienestar de las personas: por ejemplo, un estudio del 2007 afirma que los ritmos circadianos del cuerpo humano pueden tener dificultades para adaptarse a los cambios bruscos de horario, afectando a diversos aspectos de la salud.
Pero ¿de qué manera nos afecta?
Los niños, las personas mayores, las personas que ya sufren insomnio y los enfermos en general, suelen ser quienes más acusan los cambios de hora puesto que suponen una alteración de las rutinas de comida del sueño, y a su vez una afectación del ritmo circadiano.
Aunque este sea el grupo de personas que más notan las modificaciones de los horarios, en general todos nosotros nos sentimos distintos, extraños, más somnolientos, más cansados, y un largo etcétera.
Los diferentes estudios a los que el Parlamento Europeo ha dirigido su atención y les ha motivado a proponer el fin de los ajustes en el reloj, apuntan a que los trastornos más frecuentes son:
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Trastornos en el sueño: insomnio y somnolencia diurna: Esto ocurre porque al cambiar de hora, el amanecer y el anochecer se retrasan o se adelantan, y ello modifica el ritmo de la secreción de la melatonina, sustancia implicada en el ajuste del ritmo de vigilia y sueño y en la preparación de los individuos para el descanso. Así que es, por decirlo de alguna manera, como si experimentásemos un jet lag sin haber cambiado de continente. Y es precisamente la calidad del sueño lo primero que se resiente cuando se modifican los horarios.
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Mayor cansancio y fatiga: y de la mano de estos vienen la irritabilidad, un menor nivel de tolerancia a los estímulos que nos circundan, problemas de concentración, etcétera. Esta situación, como es lógico, nos afecta en nuestro rendimiento laboral y académico, y en actividades tales como la conducción; no en vano aumentan las tasas de accidentes de tráfico los primeros días tras el cambio de hora.
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Un mayor riesgo de infarto: aunque este aspecto no está enteramente comprobado clínicamente, se cree que la probabilidad de sufrir un infarto es un 10% mayor en los dos o tres días siguientes al cambio de hora en marzo. Uno de estos estudios, publicado en 2008, llegó a hallar un nexo de unión entre los cambios de horario y la incidencia de infartos de miocardio: parecen haber encontrado que hay un incremento significativo del número de infartos a los pocos días tras el cambio de horario en primavera, mientras encontraron una disminución de los mismos tras el cambio de horario de otoño; los autores interpretaron estos hallazgos como producto de la privación de sueño sobre el sistema cardiovascular.
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Empeoramiento de cuadros clínicos de depresión, ansiedad, dolor de cabeza, migrañas, entre otras: el estado de ánimo se ve muy influenciado por la luz solar (ya hablamos de ellos en una publicación anterior sobre los trastornos afectivos estacionales). Algunos estudios han llegado a relacionar el impacto del cambio estacional de hora con el índice de suicidios en hombres, mientras otros han encontrado que no hay relación del cambio horario con los episodios de manía. Con el cambio de hora en marzo lo que ocurre es que los días son mñás largos y físicamente se produce un mayor agotamiento físico (por el incremento del tiempo de actividad, exposición a la luz solar y la disminución de las horas de sueño) y el cuerpo goza de menos tiempo para preparse para el descanso mientras consigue adaptarse a la nueva situación.
¿Qué cambio de horario es peor para nuestra salud?
Sin lugar a dudas adelantar las agujas del reloj resulta mucho más nocivo que retrasarlo, y eso significa que marzo nos pasa mucho más factura que el cambio que se produce en el mes de octubre.
Por otro lado, la coincidencia el retraso en las agujas del reloj con la primavera y todo lo que trae consigo, dan lugar en buena medida a lo que conocemos como astenia primaveral.
¿Hay algo que podamos hacer para adaptarnos mejor?
Indiscutiblemente sí, aunque probablemente las medidas que podemos adoptar nos causen un poco de “pereza”, pero merece la pena intentarlo:
- Adelantar progresivamente nuestros horarios unos 15 minutos cada día para ir compensando el tiempo que se perderá a partir del fin de semana.
- No intentar compensar la resta de una hora reloj durmiendo el domingo.
- Intentar levantarnos antes para exponernos más a la luz solar de buena mañana.
- Mantener los mismos horarios y rutinas cotidianas.
- Incluir alimentos ricos en triptófano como el plátano, chocolate negro, lácteos, huevos, pescado, legumbres, frutos secos, etcétera.
- Aumentar nuestra cantidad de ejercicio físico ya que este eleva los niveles de serotonina y oxitocina, ambas involucradas en el estado de ánimo y la sensación de bienestar